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Emil y Holden, dos héroes adolescentes

Adolecer. Duele madurar. Es una total mentira lo de “los años mozos”. Si a añoranzas vamos, mil veces mejor la infancia. Me equivoco. Lo cierto es la gran cantidad de hormonas que, al parecer, hacen su trabajo a la vez en nuestro cuerpo. Bendita adolescencia. Maldita confusión. Ser un héroe resulta un anhelo en el ser humano (o, al menos, la idea de trascender, de “dejar huella en el mundo”).  Pero, ¿es posible tener héroes adolescentes? Veamos, la historia del héroe adolescente por excelencia es la de David. Todos sabemos qué onda con la honda, la gran ayuda divina y, posteriormente, la derrota de Goliat.  Hay algo más allá en ésta historia. No sólo es la victoria por la victoria, sino todo lo que involucra su obtención. Algo de eso observamos en los caminos de Holden Caulfield (El guardián entre el centeno) y Emil Sinclair (Demian).

    Sintetizaré las características de cada personaje. Holden, puberto con notorio vacío existencial –típico- . Emil Sinclair, el chico entre “el bien y el mal”. Si bien, Emil es el más afortunado; sus historias son paralelas. Bildungsroman es un término otorgado a las novelas de formación, es decir, en las que se ven involucrados personajes jóvenes pretendiendo alcanzar cierto grado de madurez (ampliando éste concepto a diversos tópicos como lo ético, espiritual, físico y moral). Surge durante el renacimiento, teniendo lugar dentro del género picaresco. Entonces, es dentro de éste rubro donde situamos las novelas en las que aparecen ambos personajes.

    Ahora, los héroes, para ser considerados como tal, deben pasar por varias etapas o pruebas con la finalidad de mostrarse capaces de poseer dicho título. Para comenzar, es necesaria una partida, salir del área de confort. Con Holden es evidente, ya que la partida (o huida, en este caso) es ocasionada por la expulsión del colegio. Con Emil podría ser otra especie de partida: la espiritual. Ésta es originada por la presencia de Demian: básicamente, un niño sabio. Por un lado está Holden y el clásico caos adolescente y, por otro, Emil, con esta aura de inocencia y, a su vez, con sed de conocimiento. Un punto en común de éstos chicos es que estudian o son muy buenos en el área lingüístico-literaria -¿qué curioso, no?-.

    Otra etapa en el camino del héroe es la iniciación. Esta se da de diversas maneras y tiene muchas reminiscencias de los diversos ritos de iniciación que venimos festejando desde las cavernas. Puede ser una ceremonia, una mirada, una oración, un viaje, o, simplemente, el “escuchar un llamado” para realizar una acción. En el caso de nuestros dos personajes, el llamado tiene que ver con la salida: una liberación. Con Emil, el llamado se da cuando en su clase de religión ven el tema de Caín, desencadenando una serie de argumentos de parte de Demian (el gurú), los cuales darían paso a cuestionamientos en Emil que lo marcarían de por vida y, asimismo, le permitirían “salir del cascarón” (objetivo planteado en la filosofía de Demian) . Con Holden es diferente; el llamado ocurre con el escape; decide irse a Nueva York, pasar unos días ahí mientras encontraba el valor de encarar los reclamos de su familia –hasta ése momento ignorante- sobre su expulsión.

    El héroe que escucha la voz de Dios y se deja guiar parece, en la actualidad, una idea muy romántica y, en cierto grado, sosa del héroe. No ahondaré en detalles sobre la concepción del héroe moderno; lo que sí es innegable es la predominancia de los antihéroes, quienes son más atractivos y vendibles, un producto más. El tema de la iniciación en el caso de Emil resulta muy importante; teniendo un “sensei” tan “elevado” como Demian resulta toda una odisea esa parte del camino de la construcción del héroe. Basta recordar las múltiples pláticas (casi etéreas) que entablan después de haber salido de la educación escolar básica: que si todavía tiene miedo de aceptar el mundo de Caín –al cual fue llamado-, que si necesita madurar, que si debe salir del tan mencionado cascarón, y un místico etcétera. Demian se vale de llamados indirectos que para obtener la atención de Emil, quien, de hecho, recibe estos mismos en determinadas (y necesarias) etapas de su adolescencia.

   Holden Caulfield padece en este camino. Se enfrenta a una ciudad que parece conocer como la palma de su mano, pero recibe muchas sorpresas. Un plus a todas sus desgracias es la actitud desangelada que posee. Son tantos los ritos de iniciación por los que pasa  este joven que resulta práctico englobarlos todos dentro de su travesía en solitario en Nueva York. Algo así como: ¡Cuidado! Adolescente solo en Nueva York. Sí, por muy patético que parezca, la adolescencia no es una etapa fácil de lidiar. Muchos tomamos decisiones tan equivocadas, por el influjo de diversos factores –si, no pretendo satanizar un periodo que cuenta con muchos contrastes-, de las cuales solemos avergonzarnos o arrepentirnos, dependiendo del grado de la falta de prudencia. Hablo en plural porque todos (sí, todos) pasamos por esa vereda de la vida. Muy probable es que no todos hayan cometido tantas imprudencias en tan sólo un lapso de cinco o seis años, pero son innegables las contradicciones con los padres y, en general, con todo símbolo de autoridad.

    Lo siguiente en la ruta del héroe es el regreso. Si bien en ambos casos esta etapa es incierta,  se logra percibir en las dos historias. Para esto, me guiaré por los finales. El capítulo final dentro de Demian tiene muchas entradas semánticas. Esta suerte de guía otorgada por Demian y, ya casi al final, por la madre de este, Frau Eva, se ve finalizada cuando, en la guerra, Max Demian muere. Justo Emil observa como la chispa de su gurú se va apagando. Con una frase, dándole ánimo a su discípulo, Demian se despide de Emil, dándole un mensaje muy conocido: tú ya estás listo para enfrentarte al mundo. Y, prácticamente, se nos vislumbra el regreso; ya que Emil, después de sobrevivir a la guerra, regresa a su rutina y busca ésa voz de aliento proveniente de su gran mentor. El regreso en Holden es cuando se encuentra en el hospital, en compañía de su familia. Un regreso, si bien, no triunfal; pero, a final de cuentas, un regreso. Aquí es de vital importancia la imagen de su hermana, Phoebe, que puede ser el nexo entre el imaginario de Holden y la realidad a la que se debe enfrentar.

    Esta es, básicamente, la ruta del héroe; el mítico camino que el hombre sigue en su pretensión de trascendencia. Los obstáculos se presentan desde el principio (como las “malas influencias” o “seres contra los cuales luchar”, que son Kromer en el caso de Emil, y Stradlater o Maurice, presentes en la vida de Holden Caulfield), sin embargo, es la sed de “dejar huella” la que los incita a pasar el umbral y enfrentarse a un mundo desconocido. Todo esto nos puede recordar relatos de diversas mitologías; una muestra más de la necesidad del mito en el pensamiento humano. Contestaré la pregunta planteada al inicio de este escrito: sí, es posible tener héroes adolescentes. Incluso, todos tenemos un poco de héroes, ya que tenemos la capacidad de sopesar con nuestra vida adolescente (aunque sea increíble). Nuestra necesidad de sobrevivir y, aparte, hacerlo de forma heroica nos orilla a adecuarnos a cualquier situación por la cual atravesemos.

    Bien, los tiempos han cambiado; sin embargo, la literatura sobre adolescentes nos brinda un aliento de esperanza dentro del ambiente hostil de la sociedad. En estas dos novelas, El guardián entre el centeno y Demian, se clasifican dentro de este tipo de lecturas en las que van más allá del adolescente problemático: la necesidad de conocimiento, de experiencia, de vida. Sí, de vida. Los Beatles decían que “todo lo que se necesita es amor”. La frase anterior me la he adueñado desde que tenía catorce años. Ahora, a los diecinueve, sigo de acuerdo con ello. Y es que para vivir se necesita amar; y con amor no quiero dar a entender un concepto muy obvio y poco trascendente, si no el amor como una fuerza vital. Sí, es muy difícil saber qué es amor. Pensamos que es un simple mito; pero no lo es. Si lo fuera, ¿qué caso tiene vivir? Disculpen, en este momento termino, no quiero revivir viejos monstruos que me atormentaban a los quince años.

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